Un hombre cruza la puerta y se acerca al mesón. Pregunta a la bibliotecaria si tiene [!c:Papelucho historiador], de Marcela Paz. Fátima, la jefa de biblioteca, le solicita su cédula de identidad para corroborar si es usuario activo, revisa sus antecedentes y al confirmar que todo marcha bien, le pide que la siga a la estantería, donde le señala la sección de literatura infantil para que el hombre pueda buscar lo que necesita. Fátima vuelve a sus obligaciones, pero al rato el confundido usuario le confiesa que se ha complicado y que no encuentra a [!c:Papelucho]. La bibliotecaria regresa sobre sus pasos y le explica la manera en que los ejemplares están ordenados, hasta que el hombre halla, arriba a la derecha, el libro que busca. Tiempo empleado por el usuario, desde que entró a la biblioteca pública de Rapa Nui hasta que tuvo el libro en sus manos: 8 minutos. Fátima Hotus Hey (a la derecha en la foto) es la cabeza de esta biblioteca -que data de 1968 y es también conocida como biblioteca n°5 [!c:Rongo Rongo]- pero bien podría serlo de cualquier otra y la situación no variaría demasiado. Es, como en tantas otras de nuestras bibliotecas repartidas de norte a sur, la única funcionaria en dicha sede cultural ubicada en calle Atamu Tekena s/n, razón por la que la semana pasada, cuando viajó a Santiago, las puertas de la insular biblioteca se mantuvieron cerradas. Pero Fátima tuvo una muy buena razón para dicha ausencia: la capacitación en Automatización que ya comienza a ser una realidad en Isla de Pascua, así como en todo Chile. "Ahora podré ahorrar mucho tiempo, ya no tendré que acompañar al usuario a la estantería, sino que este sólo tendrá que acercarse al computador, acceder al sistema con su rut e ingresar el título, autor o materia que busca. Así el software indica la estantería y sección exactas donde el usuario podrá encontrar el libro que busca", cuenta entusiasmada Fátima, sin mencionar que además ya no ingresará información cada vez que realice un préstamo, porque esa información ya la digitó una vez al inscribir al usuario y los datos bibliográficos del libro. [!b:Beneficios para todos] Francisca Labrín, coordinadora de capacitación del proyecto de Automatización (en la imagen, a la izquierda), explica que durante el mes de julio se han desarrollado jornadas de capacitación simultáneas en diversas regiones del país. En San Bernardo, Región Metropolitana, por ejemplo, "hay alrededor de 10 bibliotecas capacitándose a través de sus jefes", señala. Pero ¿en qué consiste exactamente esta capacitación?. Labrín profundiza que lo primero es "una inducción en lo que es la automatización, aquí es donde se aterriza este tema que muchos jefes de bibliotecas vienen escuchando hace tiempo. Les explicamos la metodología y los beneficios que traerá, tanto para bibliotecarios como para usuarios. Pero lo primero es entender qué es automatización: es el traslado de tareas que tradicionalmente hacen personas, a máquinas, en este caso a un software: Aleph". En el caso de Fátima, es ella la que orienta al usuario, lo lleva a estantería, vuelve con él al mesón y realiza el préstamo manualmente. Eso significa que tiene que llenar en la ficha de ese usuario datos esenciales y elementales como el nombre del libro que se está llevando. Todo eso, una vez que la biblioteca esté automatizada, "se reduce a una lectura con la pistola y ya", asegura Labrín, refiriéndose al lector del código de barra adherido al libro, idéntico a aquellos utilizados en las cajas de supermercados. Asociando el código del libro al rut del usuario, se genera el traspaso. "Por detrás de ese momento de segundos, claro, hay mucho trabajo, y es eso lo que se les enseña en esta capacitación", resume Labrín. [!b:Urgencia por "itemizar"] Por ello es que dentro de los contenidos fundamentales entregados en la capacitación, la itemización de libros es uno de los prioritarios. Consiste en llenar la base de datos con los ejemplares de la biblioteca, "tomar las estanterías y meterlas en el software", metaforiza didáctica Labrín. Es, en términos prácticos, la gran tarea, ardua y probablemente no muy entretenida, considerando que en el caso de una biblioteca de mediana dimensión como la de Rapa Nui, conta